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Cómo prepararme para la adolescencia de mi hijo

Todos los padres desde el momento que comienza el embarazo nos vemos bombardeados por mensajes de padres y familiares que parecen pronosticar el apocalipsis. Primero te amenazan con que no dormirás, luego te dirán que eso era lo fácil, que esperes a ver la crisis de los 2 años, por no hablar de cuando van al cole y así un largo etcétera hasta que como si fuera la profecía del juicio final nombran la palabra adolescencia.

Pues bien, la adolescencia es una etapa más en el desarrollo de tu hijo, y como cada etapa tiene sus buenos y sus malos momentos. La diferencia principal es que hasta ahora la relación que se tiene con el niño podríamos definirla como unidireccional. Es decir, los padres dan una indicación o norma de una forma más o menos razonada y el niño con más o menos facilidad termina aceptándola.

Básicamente durante los primeros años de su vida, el niño se pasa el tiempo absorbiendo una serie de normas, estereotipos y realidades que los padres les vamos enseñando con la esperanza de que crezca con unos ciertos valores buscados y una vez llega la adolescencia el niño comenzará a poner a prueba si todo eso que ha ido aprendido es coherente o no. Coloquialmente hablando, para tu hijo dejarás de ser ese superhéroe capaz de dar respuesta a todo de forma rápida y precisa y empezará a verte como una fuente de información cuya veracidad querrá contrastar antes de tomarla como cierta.

Este cambio se produce entre otros factores, por el desarrollo cerebral, y más especialmente de la corteza prefrontal, un área que, entre otras cosas, se encarga de la planificación, el razonamiento y, en definitiva, de las funciones cognitivas superiores.

Todos estos elementos dirigidos a la madurez en el razonamiento llevan a los hijos a tomar todo aquello que les has enseñado y, como si de un experimento se tratase, lo pondrán a prueba y comenzarán a fijarse en sus semejantes (amigos) comparando normas y conceptos para al final llegar a su propia conclusión. De esta forma, los conceptos que el niño identifique como ciertos o comunes a la mayor parte de su grupo tenderá a mantenerlos en su personalidad y comportamiento, mientras que aquellos que vea menos representativos o coherentes una vez realizada la comparación, se convertirán en un motivo de conflicto dado que, para el niño, carecen de sentido.

Veamos un par de ejemplos de esto. Si le decimos a nuestro hijo que no puede irse a dormir a las 12 de la noche y efectivamente ve que sus amigos tampoco se van a dormir tan tarde, tenderá a aceptarlo más fácilmente. Sin embargo, si prohibimos a nuestro hijo utilizar cualquier tipo de pantalla o móvil y se da cuenta de que todos sus amigos tienen ordenador o consolas (aunque con uso limitado), podemos avecinar que habrá un conflicto ya que entenderá que no estás siendo justo o lógico con él.

En cualquier caso, no todo es comparación, sino que también es clave el tipo de razonamiento y comunicación que tengamos con nuestro hijo, haciendo que tienda a aceptar aquellos elementos que han sido explicados y razonados y a rechazar aquellos que hayan sido impuestos sin explicación. Igualmente, tu hijo tomará tus explicaciones en primer lugar como punto de partida para su “investigación” acerca de si tu norma o indicación es lógica o no, de forma que es más fácil que llegue a que el razonamiento dado es lógico. Sin embargo, si se carece de explicaciones, lo más probable es que tu hijo busque cualquier argumento a su favor para justificar el rechazo a algo que tu no justificaste.

La clave para poder tener una buena relación con tu hijo en esta etapa es hacer un cambio de chip a la hora de establecer la comunicación con él ya que, aunque no sea un adulto, no aceptará que le trates como a un niño porque, efectivamente, ya no es un niño.

Para finalizar os dejamos unas pequeñas píldoras sobre esto

  • Comunicación consciente y variada: Preguntar o no preguntar es comunicar, los temas de conversación que tengas con tu hijo definirán en su mente lo que es para ti. Si tu primera pregunta siempre es ¿Qué tal el cole?, asumirá que solo te interesa su rendimiento académico, prueba mejor con ¿Qué tal el día? e interésate por todo (Aunque no te interese cuál es el último reto viral, a él tampoco le interesa demasiado escuchar si tu jefe te ha dado tarea extra).
  • Comprensión e interés: Posiblemente a tu hijo le gusten cosas que no te interesen o directamente no te gusten. No niegues o rechaces sus gustos a la primera ocasión ya que sentirá que al que estás rechazando es a él. Trata de interesarte y averiguar por qué le gusta lo que le gusta antes.
  • Conoce sus límites: Debes ser consciente de lo que se le da bien y con lo que no se le da tan bien y ser coherente evitando exigir algo que no pueda hacer. Premia el intento aunque no se llegue al objetivo inicial, eso reforzará su autoestima y confianza para mejorar en el futuro.
  • Sus problemas importan: Visto desde fuera que su amigo no le haya invitado a su cumpleaños no es nada comparado con no llegar a fin de mes, pero sus niveles de estrés, ansiedad y angustia pueden ser tan altos como los tuyos. La preocupación no viene definida por la gravedad del problema sino por cómo afronta cada uno ese problema. Igual que puedes pensar que “eso no es nada ”, seguramente otro adulto pensará lo mismo sobre tus problemas.
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