¿Qué nos estresa? ¿Por qué hay gente que parece estresarse con más facilidad? En lo relativo a salud mental, posiblemente el término “estrés” sea uno de los más pronunciados a lo largo de nuestra vida y son muchos los psicólogos, términos y modelos que han tratado de dar respuesta al fenómeno del estrés.
Este artículo no pretende hacer una síntesis de todos estos modelos y elegir un ganador, sino intentar dar respuestas prácticas a cuestiones como las planteadas en el párrafo anterior y entender un poco mejor cómo funciona el estrés y cómo podemos mejorar a la hora de afrontarlo.
Partiremos de una frase de Selye, un psicólogo que postulo su propio modelo del estrés y que dijo lo siguiente: “Lo que importa no es lo que nos sucede, sino la forma como se recibe”. Es decir, no importa tanto la situación en si misma, sino cómo percibimos y enfrentamos esta situación a nivel personal.
Este punto es tremendamente importante, muchas veces habréis escuchado a algún amigo contaros una situación que le preocupa mucho y que a vosotros os parece una tontería fácil de gestionar. Sin embargo, hay que entender que no hay situaciones o estímulos que sean muy/poco estresantes en sí mismos, haciendo que una misma situación pueda verse como algo trivial para una persona, pero suponer un enorme desafío para otra.
Para Selye el estrés sería entonces la respuesta de nuestro organismo ante un estímulo ambiental diferenciando entre estrés bueno o estrés malo en función de si podemos adaptarnos a él o no. Una forma fácil de entender este concepto y ya de paso ampliarlo, es hablar de “activación”. Veámoslo con un ejemplo simple:
Imaginemos que somos el motor de un vehículo y el pedal del acelerador son los diferentes estímulos que provocan una activación, o aceleración en este caso, de las revoluciones del motor. Si se acelera poco el coche irá a trompicones, si se acelera más de lo que puede soportar, el motor se romperá, pero si se acelera lo suficiente el coche funcionará de manera óptima.
Generalmente, los modelos del estrés tienden a centrarse en esa “sobre-activación” que supera los recursos del organismo, pero olvidan situaciones en las que la demanda es muy baja y en las que también se produce ese malestar por culpa de esa baja demanda. Y es que, de la misma forma que es negativo tener más trabajo del que podemos realizar, también lo es el estar sentados mirando una pared sin hacer nada toda la mañana.
Ahora que ya entendemos un poco mejor que los síntomas relacionados del estrés pueden surgir cuando tenemos una demanda alta o sostenida en el tiempo de estímulos, así como por una muy baja demanda o activación, ya podemos responder mejor a las dos preguntas que se planteaban al inicio.
¿Qué nos estresa? Podemos decir que nos estresa toda aquella situación en la que nuestro organismo no este lo suficientemente activado y, sobre todo, aquella en la que se le exija más de lo que puede dar. En cuanto al por qué hay gente que parece estresarse con más facilidad tiene mucha relación con su nivel de activación y la capacidad para atenderlo, pero también hay otros factores que influyen. Uno de ellos, es el llamado “locus de control”.
Por explicarlo de forma simple y resumida, el locus de control sería la valoración que hacemos acerca de cómo se puede gestionar una situación. De esta forma, habrá quien crea que la causa y solución parte de uno mismo y habrá quien determine que todo pasa por un agente externo. A estas dos valoraciones las llamamos “locus de control interno” y “locus de control externo” respectivamente.
Dichas “valoraciones” son clave, ya que interactúan con los recursos del individuo, de forma que una mala valoración o, mejor dicho, creencia de cómo se debe de gestionar la situación, puede aumentar significativamente el cómo de estresante percibimos un estímulo.
Con estos datos podemos definir 3 tipos de situaciones:
– Locus interno y disponibilidad de recursos: Situaciones percibidas como un reto individual que podemos afrontar (Estrés bueno de Selye).
– Locus interno y no disponibilidad de recursos: Situaciones percibidas como un reto individual que no podemos afrontar (Estrés malo de Selye).
– Locus externo: Situaciones percibidas como algo que no depende de nosotros y que por tanto no podemos solucionar (Estrés malo de Selye).
De esta forma, podemos ver la importancia de hacer una buena valoración, ya que, mucha gente con tendencia a estresarse no necesariamente tiene un déficit de habilidades para afrontar las situaciones, sino que también puede estar realizando un mal análisis de estas, ya sea por creer erróneamente que deben de solucionarlas por sí mismos, o por dejar que se enquisten al pensar que la solución no está en sus manos y no hacen nada por afrontarlas.
¿Cómo mejorar la forma de afrontar el estrés o reducir su impacto?
– Valoración correcta del locus de control: ¿La causa es externa? ¿La solución depende de mí o no?
– Identificar la urgencia real que requiere la situación para ser solucionada (Hablaremos de ello en próximas publicaciones y vídeos).
– Descansos y actividades distractoras.
– Identificar los límites de activación de tu cuerpo: Hasta dónde funciono correctamente y qué me ocurre cuando sobrepaso el límite.
– Identificar y analizar las situaciones que producen más estrés: Locus de control y recursos necesarios vs recursos disponibles.
– Entrenamiento en recursos y capacidades: Comunicación, empatía, organización, gestión emocional…

